sábado, 2 de marzo de 2019

Nihilismo.



Olvidemos que hemos estado solos todo este tiempo,
que cuando nos conocimos por primera vez 
ya nos conocíamos de toda la vida.
y que a medida que el tiempo iba pasando nos convertimos en extraños.
Que ahora somos desconocidos.
Se me olvida que no me quieres




Te siento respirar. Mucho más allá de inhalar.
Siento tu pecho moverse bajo mi mejilla,
tu aliento en mi pelo y siento que este es mi sitio favorito,
mi lugar seguro.
sobre todo cuando es viernes



Cuando veo a través de ti, todo tiene el color de tus ojos.

sobre todo cuando es viernes



Embarcamos en la expedición remando a contracorriente 
mientras tú te dejas llevar por el caudal para llegar a las montañas
y perderte entre las cuevas.
Yo prometí que llegaría al final pero estoy varada en un sendero
y nadie puede oírme.
No respondas mis mensajes,



Tengo planeadas todas las palabras,
todas las conversaciones que tendremos, todas las respuestas posibles a todas las preguntas formuladas –o no–,
todo lo que mi cabeza quiere decir y todo lo que mi boca acaba diciendo.
Todo lo que tengo dentro se acaba filtrando para no hacerte daño,
pero me lo acabo haciendo yo.
no merezco tu atención



Veo cómo te acercas mientras yo todavía estoy recuperando el aliento (sigo creyendo que estabas escondido en un adarve esperando mi llegada).
Nunca había visto a nadie caminar tan grácil.
Me das dos besos que no espero y me coges de la mano.
Mi estómago se hace un nudo asfixiando a todas las mariposas que no deberían existir.
Te miro por el ángulo que queda entre mis gafas: mueves la cabeza cada poco para apartarte el pelo y me entra la risa.
De vez en cuando tú también me miras y el nudo se aprieta mientras dos mariposas colisionan para formar una tercera.
Nos paramos y me dices que me vas a tapar los ojos y,
en el momento que tus manos tocan mi pelo,
me desvanezco.
no merezco tu atención



¿Qué ha visto en mí?
Soy buena, pero
¿Qué ha visto en mí?
¿Por qué yo y no otra?
No soy guapa
¿Por qué yo?
Pido perdón



Recuerdo cada paso que he dado para llegar hasta ti, cada lucha interna, queriéndote de manera incondicional a pesar de que en nuestra relación casi siempre hemos sido cuatro
y no dos.
A mí, que me acompaña la desconfianza desde el principio
porque supe que había alguien más a tu lado,
y no sabía quién.
Ahora entiendo que nunca he podido luchar contra ella 
porque es la única que ha podido darte
lo que tú creías necesitar
siempre a escondidas
mientras yo sigo sola.
Por no ser mejor que nadie


Déjame decirte que estoy agotada, que desfallezco cada vez que mis pulmones cogen aire, que no puedo seguir avanzando
con la carga y la culpa
la mía y la tuya
mientras observas a través de tu crisálida.
Que esto es nuestro,
aunque el miedo consiga que te queme tocarme
y que no sepamos avanzar a través del barro,
volviendo a un punto de encuentro en el que había alegría y deseo,
en el que nos mirábamos desnudándonos frente al otro como si aún no conociéramos todas y cada una de nuestras partes.
Ningún texto podrá describir lo bonito que era.
Pido perdón


¿Me quieres? Sé que sí, pero, ¿realmente puedes quererme?
Quieres estar conmigo, o eso dices, pero ¿puedes estar conmigo?

Tenemos tantas cosas juntos que no sabría ni por dónde empezar a distanciarme de ti.

No hace falta que me hables



Gracias a @MarceloCriminal 
por dejarme utilizar “Perdona (ahora sí que sí)” 
y a @insidethepyramid por la imagen.


jueves, 3 de agosto de 2017

Ordalía.

A veces no es necesario mirar atrás para darnos cuenta de lo que hemos perdido.

De los errores que hemos cometido.

Vivimos con la resonancia constante de un mantra que nos recuerda todo lo que ya no está

-Lo malo y lo bueno.
Lo mejor y lo peor.-

mientras que realiza otra función


Proceso biológico mediante el cual los tejidos vivos reparan sus 
heridas dejando una cicatriz que puede ser estética o inestética.




Todo proceso conlleva, ya sea por parte interna o externa, un determinado tiempo de transformación.
Orientas tu razonamiento y descubres que las pérdidas y los errores nunca existieron: confluyeron en vórtice marcando nuestros hipocampos.


Función del cerebro que permite al organismo codificar, 
almacenar y recuperar la información del pasado.




Haremos un inciso para hablar sobre nosotros. 

Recuerdo, hace casi dos meses, 

-8 de junio-


me definiste con una palabra que me aterra. 

Bien es cierto que tengo filias y fobias hacia según qué grupos de letras, pero esa, justo esa, 
en la que pronunciaste cada fonema, me dijo más de lo que cualquier diccionario o enciclopedia podrían llegar a definir. 
Me sigue dando pánico que la verbalices.

Tres veces en cuarenta días.

Cero veces en los novecientos treinta y seis días anteriores.


Hacemos cosas de ******
sin ganas ni convicción 
y, aunque nos pasa con todo, 
esto es un poco peor*



Recuérdame.
Recuérdame por qué cada día te sigues despertando a mi lado.





* Track 1 de "Escenas de Caza", Los Lagos de Hinault.

martes, 1 de agosto de 2017

Sinestesia.

Puede que alguna vez hayáis pensado en la muerte de la misma manera en la que yo lo hago.
La muerte como esperanza, sosiego, solución. La muerte que nos llama y nos atrae, asegurándonos de que con ella todo va a estar bien. Todo pasará. No habrá dolor ni miedo.

Puede que alguna vez hayáis pensado en la muerte de la misma manera en la que yo lo hago.
La muerte como belleza, plenitud, naturaleza. La muerte que nos eleva a lo más simple, átomos, quartzs. Polvo de estrellas. El origen del universo.

Puede que alguna vez hayáis pensado en la muerte de la misma manera en la que yo lo hago.
La muerte como arte, musa, pureza. La muerte de un cuerpo inerte, lívido, oliváceo, casi cristalino. Tan frío como la superficie que lo mantiene. Esencia y fin en sí misma.

Puede que alguna vez hayáis pensado en la muerte de la misma manera en la que yo lo hago.
La muerte como amor, cariño, anhelo. La muerte es amiga, compañera, madre. Nos lleva de la mano toda nuestra vida hasta que decide soltarnos. Somos sus mascotas, su bien más preciado.

Puede que alguna vez hayáis pensado en la muerte de la misma manera en la que yo lo hago.
La muerte como guerra, odio, dolor.
La muerte que nos arrebata a alguien a quien amamos, que nos desampara, nos precipita durante el proceso a que vayamos todas juntas. Que no sea una sola quien se marche. Nos entierra mientras intentamos respirar. Aire. Lágrimas. Silencio.

Silencio.

Silencio.




domingo, 14 de mayo de 2017

492.

Me hubiera gustado que estuvieras aquí.
Que de nuevo recorriéramos Madrid y nos encontrásemos perdidos en Malasaña. Descubrir que sí, podemos comer bien y no dejarnos un sueldo en ello. Que el metro nos volviese a dejar tirados.

Por lo menos estaríamos juntos.

No quiero volver sola a Lavapiés. No quiero quemar la Fnac de Callao si tú no estás para verlo. No quiero recorrer los mismos pasos que di contigo.
Porque no. Porque no estás.

Pero te prometo que volveré. Volveremos.
Que pisaremos de nuevo Barcelona.
Juntos.
Y que iremos a Portugal. Francia. Italia. Inglaterra.
Y a la isla de San Simón. A la de Ons y a Cíes.
Y Combarro. Y Muxía. Y Foz.


Igual es que me gustas.
Igual es que te quiero en mi vida.
Igual es que quiero que tomes parte en ella.


lunes, 24 de abril de 2017

Prioridades.

Hoy mientras sudaba -no sé muy bien si por calor, ejercicio o ira- tuve un momento de lucidez.

No soy tu opción número uno.

Ante eso sólo tengo dos reacciones posibles: asumirlo y quedarme a tu lado aún sabiendo que superpondrás la hibernación a compartir momentos conmigo o no asumirlo e irme.
Desaparecer.
Esperar no volver a cruzarme contigo nunca.

Por el momento la primera opción va ganando porque, como ya sabemos, no sé quererme.

Ojalá supieras hacerlo tú.

 

martes, 28 de marzo de 2017

Ctrl+Z

Hace meses que hablábamos del cambio.

Queríamos un lugar, un hogar. Aventura, fuerza, ganas.
No sé tú, pero yo sigo sin encontrar(me/lo).
Es verdad que me puede la ansiedad, la desconfianza, el miedo. Sigo echando a correr sólo para que la sensación de ahogarme se vuelva real. Tangible. Sólida. Todo cuanto yo debería ser.
Me despierto cada día pensando cuando descubriré el próximo engaño. En qué consistirá. Cuán será su daño.

Sigo teniendo pesadillas en las que los protagonistas toman forma de mujeres, hombres y fantasmas de navidades pasadas. Abro los ojos y me descubro temblando. Me acoplo a tu forma. Tú me rodeas con el brazo, todavía dormido, acercándome más a ti.

Y todo pasa.

Me gustaría que dejara de doler el pensar que hubo más antes. Bastantes. Que nunca me vas a querer como a la mejor de todas ellas.
Por hacer autocrítica también diré que pensé que nunca podría quererte como a él. Al menos no de esa forma en la que perdería la cordura.
Tampoco sería perderla. La última vez fue un robo.

No hay una ecuación para mesurar sentimientos. Y menos mal: me quedaría con valores negativos.
Y no hay raíces para los negativos.




sábado, 1 de octubre de 2016

Vacuidad.

Te veo llegar. Me ves. Corro hacia ti y llorando me envuelvo en tu cuerpo, rezándole a todo el Olimpo para que no vuelvas a soltarme de nuevo. No como la última vez. No me sueltes.

Átame.

He querido diseccionarte en silencio miles de veces al día durante cientos de días.

He imaginado mi bisturí tras tus orejas, deslizándose de una manera demasiado placentera -si me vuelves a permitir la expresión, a sabiendas de que para ambos el placer no tiene mesura- sobre tu cuello, recorriendo el esternocleidomastoideo en toda su extensión, clavándolo sobre tus clavículas mientras sonrío de manera pérfida -otra licencia que me permitirás- hasta llegar a tu esternón. Puede que entonces levantase un dedo del instrumento para presionarlo sobre tu tórax, siguiendo el trazo, precipitándome a tu abdomen, alabando a tu ombligo mientras recoge, cual ofrenda a Buda, una pequeña cantidad de sustancia roja.
Mi lengua se agrieta clamando la sed, pero el viaje no ha terminado.

Necesito desarticularte.

Profundizar.

Que el filo recorra también tus huesos de la misma manera en que los míos han sentido todo lo que has callado.

Probablemente te bese, otra vez, manchándome el pelo, la cara, las manos y esos sentimientos que desearía no haber tenido nunca hacia ti con tu esencia.
No puedo sentir así.
Tan fuerte de nuevo.

No puedo.

Quizá te acariciase el pelo. Puede que incluso esta vez no te despeinaras mientras con la cuchilla separo tu cuero cabelludo, insertándola entre tu cráneo y el pellejo convirtiéndote en dos colgajos, poco a poco, hasta que tus ojos apareciesen como las estrellas principales de ese espectáculo grotescamente romántico.

Tus ojos.
Tus ojos.
No sabría qué hacerles.
Una mirada inexpresiva, sin vida, totalmente vacía.

Una mirada que he visto en silencio miles de veces al día durante cientos de días.

Te olería. Olería cada poro, cada fluido, cada pliegue. Recorrería toda la dimensión de tu anatomía con la yema de los dedos, arañándote de vez en cuando, rumiándote alguna canción de Portishead, chapoteando en una danza tribal premeditada, nocturna, pagana. El rojo de mis labios no será carmín, escarlata ni rouge noir.

Te demostraré que te quiero de la manera más pura: haciendo un templo de tu cuerpo.

Más todavía.



Pero primero,
pídeme que vuelva.